En la ciudad portuaria de Tianjin, Xi Jinping desplegó una nueva carta geopolítica: la Iniciativa para la Gobernanza Global (IGG). No es un mero discurso protocolar: es un mapa de ruta con cinco coordenadas que marcan el paso de Pekín en la arena internacional.
Los principios suenan solemnes, casi de manual diplomático, pero esconden claves del momento:
Igualdad soberana → cada país, del más grande al más pequeño, debe tener voz. Respeto al derecho internacional → reinterpretado, claro, según quién ponga las reglas. Multilateralismo → adiós al “club de dos”, bienvenida la mesa larga de muchos. Enfoque centrado en las personas → mensaje con tinte social, aunque la realidad de Xinjiang o Hong Kong invita a la ironía. Acciones reales → menos declaraciones, más proyectos (léase: rutas, trenes y puertos bajo la Nueva Ruta de la Seda).
El telón de fondo es la “Organización de Cooperación de Shanghai Plus”, una plataforma que se expande más allá de Asia Central y que en Tianjin busca perfilarse como alternativa al G7 y a otros foros occidentales.
China habla de comunidad de destino común; sus críticos escuchan eco de hegemonía con acento mandarín.
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